COMO CARAMELITO DE MENTA ENVUELTO EN PAPEL DE LUNA
Hace unos días una amiga mencionó que una niña jugaba a muñecas en un rincón de sí misma esperando reencarnarse en otra vida para terminar de ser niña. Son palabras duras, reflejo de una infancia truncada. Cómo será una infancia así. La mía fue normalita, probablemente feliz, quien puede saberlo, no lo recuerdo, y, si preguntara a mis progenitores, sé que contestarían, Feliz para ti, pero un infierno para nosotros. Respuesta carente de inventiva, pero explícita y adecuada a la normativa vigente en materia de sentido común. La descendencia es una carga antes que un pan bajo el brazo, si exceptuamos casos como el comentado. Lo digo porque hace tiempo que conozco sus detalles más escabrosos. Esas palabras salieron de la boca de una mujer violada en su tierna infancia por el amante de turno de su madre. Hablamos de inocencia guillotinada por su propia madre para retener a hombres a su lado, y esto obliga a guardar silencio. No porque haya algo que ocultar, sino en memoria, y como protesta, de estos abusos. Tenía seis años la chiquilla, y ahora es una mujer de veintitrés. Una que no olvida, que no puede olvidar, que anhela continuar un proceso truncado, esa marca que, quiera que no, quizá la hostigue por el resto de sus días, obligándola a buscar en cada amante al padre que nunca la protegió. Uno dulce y picante a la vez. Como caramelito de menta envuelto en papel de Luna.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
<< Home