lunes, mayo 16, 2005

LA CONQUISTA DE SELENE


Luna lunera, cascabelera, toma un ochavo para canela, Luna lunera, cascabelera, debajo de la cama tienes la cena, rezaba una canción infantil. Las relaciones del disco de plata con la infancia, la locura, el amor, las mareas y el instinto genesiaco, reflejado en los periodos menstruales, son cosa sabida. De lunáticos, conquistadores y otros enamorados rebosa el mundo. De selenitas y embarazadas, también. Cada una con su Endimión particular. El mito de Selene oscureciendo los cielos para acostarse junto a su amado, dormido para la eternidad por la ira absurda de un Zeus cualquiera, está olvidado. La culpa de este abandono la tienen el ansia imperialista y el olimpismo a ultranza, pero también el aumento poblacional, antes que la negación del pastoreo. Quién recordará a Selene en tanto cena bajo la cama. Luna lunera, cascabelara, debajo de la cama nunca habrá cena, excepto para las cucarachas. Los cenadores son parte del romanticismo. Si Goethe hubiera vivido en nuestro tiempo, a pesar de Fausto y su inútil búsqueda de la perfección, hubiera dado un brazo por reconstruir aquellos refrigerios a la luz de la luna. Ahora se cena en lugares menos bucólicos y sin tanto diablo suelto. En la mesa de la cocina, o ante los monitores de TV y PC. Mucha fruta y poca chicha bajo fluorescentes sin mácula. La vulgaridad del esclavo moderno es patente. Soñarás con Selene, pero nunca la conquistarás. Tan alta empresa es privilegio de genios, o del Imperio y sus secuaces tecnológicos, antes que de los anhelos del común de los mortales. Usted, o yo mismo.